lunes, 1 de octubre de 2012

CORAJE

El ser humano que se levanta, aún es más grande que el que no ha caído.
Concepción Arenal.

Cuando un ser humano “cae al barro” de la existencia sucede que, sin él todavía saberlo, está abriendo un insospechado proceso de cambio y transformación en su rumbo y su persona. La vida es paradójica al servirse de la caída, cuando, en realidad, lo que con ella viene a buscarnos es el aprendizaje y la madurez del alma. Desprestigio, ruinas, errores, pérdidas, abandonos, enfermedades llegaron a nuestras vidas y, arrasando lo que creíamos ser, sometieron nuestro ser a experimentar los dolores que empaquetaba cada lección nueva. Más tarde, pasado un tiempo de asimilación, llega un día en el que, una vez más, la fuerza nos impulsa al ascenso de otra nueva montaña.

El que se levanta es un ser distinto de aquel que sufrió la caída. El dolor amplió su visión. La pérdida lo vació de apegos y el proceso expandió su consciencia. A veces, el que cae es un ilusionista que, más tarde, se levanta ya como Mago. El ilusionista todavía maneja ilusiones y manipuladoras burbujas de plata. Sin duda, materiales tan efímeros que se diluyen ante cualquier brisa que las roza. Por el contrario, el mago renacido trabaja con elementos más sobrios y profundos. Acomete proyectos conociendo sus propias debilidades y mirando de frente a las sombras. Un ser más ecuánime y desprendido que domesticó su ego y barrió su arrogancia.

Hay personas con pobreza de bienes y escasez en sus mentes y en sus casas, que nunca han sido ricos, pero tampoco conocen los confortables entresijos de la abundancia. Y también existen otras, que siendo ricas en bienes y poderosas en la sociedad que tocan, de pronto, les llega el rayo que rompiendo su Torre, las arroja al otro lado de su propia referencia. Sucede entonces que sus vidas enfrentan la pérdida de los vínculos sociales y el dolor producido por la muerte de la identidad vieja. En realidad, mediante tales sucesos, un nuevo ciclo de renovación y aprendizaje está llamando a la puerta. Y así como hay ex ricos “venidos a menos” que sufren las diferencias, también existen ex lúcidos. Es decir, personas que han conocido la lucidez y la Gracia y un día se enfrentaron a la amnésica densidad de la noche oscura del alma. En realidad, son almas grandes que tras vivir en la claridad y la paz de espíritu, son llamadas a enfrentar las sombras oscuras de sus más íntimas moradas.

Las experiencias difíciles que vivimos como lo puedan ser el exilio de nuestra familia, la pérdida del ser amado, la merma económica, la disminución de nuestra seguridad y el abandono de la lucidez alcanzada, son acontecimientos que, desde un punto de vista iniciático de la maduración y despertar de la conciencia, tienen otras lecturas que las de meras desgracias. El que se levanta y regresa como Hijo Pródigo que vuelve a Casa tiene otra calidad en su alma. Sus ojos hablan otro idioma y a todos conmueve la profundidad de su mirada. Ha aprendido los secretos del corazón humano mientras iluminaba su propia sombra. Es el sabio que ya no juzga a los que hierran, que comprende el dolor de los que sufren y que en su corazón ya no hay corazas. Es el nuevo servidor del mundo, aquel que teniéndolo todo, pareció quedarse sin nada.

El descenso de los dioses que se hicieron hombres, habla del mito de la caída voluntaria. Un proceso de densificación en el que por amor y compasión, los lúcidos entran voluntariamente en amnesia. Tal vez éste sea el sutil precio que pagaron antes de acceder al último escalón del Nirvana. En realidad, el que asciende de nuevo al origen, lo hace más radiante y tiene otra vibración en su aura. Todos sabemos que hay ángeles caídos que cumplen su misión y, en cada alba, dan las gracias.

JOse Maria Doria

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